PERIPLO
HABANERO
(La ciudad)
Por:
Osvaldo Antonio Ramírez
Diciembre,Cuba.- Es noche de sábado
y un grupo de jóvenes deambula por la ciudad.
También deambulo por la ciudad.
Vagamos insistentemente.
Puedo adivinar que lo muchachos se resisten a ser vencidos por la botella
que deberán beber sentados en la acera.
Por todas partes sólo encontramos venta de ron.
Un hombre pretende vender mercancía que enseña dentro de
una bolsa de plástico semi oculta de miradas indiscretas.
En mi vagar veo perros, pobres perros: evacuan, en medio de la calle,
restos de una digestión apresurada, zigzaguean entre los autos
aún a riesgo de perder la vida inmerecida y comparable. Perros
pobres abandonados por amos sin espacio para alimentaciones extras y necesarias.
Ciudad, de las columnas, que medita sumergida en el hollín de sus
fachadas, ciudad de esquinas donde la noche y la carencia de luces ampara
un robo o un orgasmo homosexual y desventurado y una muchacha, que vive
de lo que nunca debió ser, agradezca el pago a un cualquiera llegado
de cualquier parte.
Sólo hay que levantar la vista para encontrar otra ciudad sobre
la ciudad: construcciones miserables aferradas a edificios también
aferrados a la vida y la existencia. Madera, latón, recortes y
todo cuanto aparezca y pueda solucionar un espacio ¿habitable?
Ciudad de viejos derrumbes. Escombros. Recuerdos. Premoniciones de futuros
desprendimientos, de fosas que ofrecen al peatón el abrazo de orines
y heces que corren en busca de una entrada a los cimientos ya fláccidos
de tiempo en las profundidades; mientras, en su trayecto inundan el zapato
que deambula despreocupado. Ciudad que al doblar de cada esquina guarda
siempre una sorpresa; y siempre, después de la sorpresa, un deseo
insatisfecho.
Ciudadelas que esconden en su interior a un prófugo de la justicia,
la compra de una pistola artesanal, la confección de un documento
de identidad o el auxilio de un paquete de Viagra. Fachadas carentes de
maquillaje que regalan cafeterías contrastantes y vacías
de oferta y sonrisa. Espaldas sostienen mochilas fabricadas por una firma
nacional que ofrece las delicias de viajar por Cuba mientras su propietario
es tragado por una avalancha humana que lo lanza al interior de un camello
al borde de reventar de tanta asfixia, donde deberá cuidar su aire
y billetera.
Me sobrecojo porque veo jóvenes por todas partes que buscan en
el fin de semana un poco de esparcimiento, es la noche más angustiosa,
pienso en mi hijo, en que mi esfuerzo pueda desgranarse con una sencilla
invitación. Deambulo preocupado porque lejos de ser abrazado por
la ciudad llena de posibilidades recreativas, puede ser recibido por el
aliento detestable de la botella de alcohol en la esquina.
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