Leyendo a Montoya, escritor boliviano en Suecia

Por Mauricio Aira
Gotemburgo, Suecia, febrero de 2003

 

 

 

Es que Víctor Montoya no ha dejado de producir, con una constancia digna de encomio y quitándole tiempo al tiempo, ha sido capaz de mantenerse actualizado, hurtándole al exilio su intención de condenar al hombre al ostracismo, al olvido, para que pierda sus lectores y eventualmente a sus seguidores, restándole la capacidad de influir en la formación de la opinión pública. Víctor Montoya en la entrevista que sigue nos refiere parte de su biografía o historia de vida, ciertos detalles sobre su trabajo literario y los escenarios a los que llega con su producción. Sobran las palabras para ponderar un digno esfuerzo por mantener con vida las letras bolivianas en la gélida planicie donde nos toca vivir a muchos miles de kilómetros de la añorada Patria que, sin embargo, está siempre presente en sus recuerdos, en sus visiones de cada día.

¿En los 20 años de tu producción literaria, cuántos volúmenes y qué títulos han salido a luz?

-No son muchos, pero sí lo suficientes como para contar con los dedos de la mano. Mi primer libro, que es una obra testimonial de la represión, la tortura y la cárcel durante la dictadura militar de Hugo Banzer, se publicó en 1979, en una pequeña editorial de Estocolmo. Desde entonces han salido a luz: "Días y noches de angustia", que obtuvo el premio nacional de cuento otorgado por la Universidad Técnica de Oruro, en 1984, "Cuentos violentos" (1991), "El laberinto del pecado" (1993), "El eco de la conciencia" (1994), "Antología del cuento latinoamericano en Suecia" (1995), "Palabra encendida" (1996), "El niño en el cuento boliviano" (1999), "Cuentos de la mina" (2000), "Entre tumbas y pesadilla" (2002) y "Fugas y socavones" (2002).

Si tuvieras que escoger la más querida, ¿cuál y por qué sería esta obra?.

-Pienso que un escritor, como todo los padres, prefiera a todos sus hijos. Pero de elegir alguno o algunos, como en este caso, diría que están entre la novela "El laberinto del pecado" y los tres últimos libros de cuentos, porque en ellos se reflejan mis ángeles y mis demonios, las experiencias de mi vida y las ocurrencias de mi fantasía. Además, porque abordan los temas de la persecución política, las creencias mineras y las pesadillas del exilio. Se tratan de libros que, aparte de las consideraciones positivas de la crítica, han sido bien recibidos por los lectores.

¿Y la más difundida?

-Es el libro de ensayos y los volúmenes de cuentos, y no sólo porque se leyeron en forma de libros, sino también como textos sueltos. Se han reproducido en varios países, tanto en periódicos como en revistas especializadas, algunos cuentos incluso han sido traducidos a otros idiomas y publicados en antologías.

¿Cómo se lleva la difusión de tus obras en Bolivia? ¿Estás contento?

-Mis libros, aunque se han publicado en su gran mayoría en Suecia, se difunden en varios países hispanoamericanos. En Bolivia se distribuyen a través de la editorial Los Amigos del Libro y por otros medios particulares. Claro que de haber sido lanzados por una editorial comercial, que cuenta con un gran respaldo económico y publicitario, se hubiesen difundido más y, como es natural, yo hubiese estado mucho más contento. Pero no me quejo, a pesar no haber retornado a Bolivia desde cuando salí al exilio en 1977, mi obra es conocida en los círculos literarios del país.

Entiendo que alguno de tus libros se convirtió en texto escolar, ¿te reporta algún beneficio concreto?

-Sé que algunos de mis textos, sobre todo los de carácter pedagógico, se leen como material de estudio en algunas universidades y colegios. Pero nunca se me ha pedido autorización ni he recibido beneficio alguno. Mis textos, debido a mi ausencia, no han sido considerados por la famosa Reforma Educativa. Es una pena, pero esa es la realidad. Tampoco vivo con la ilusión de que algún día, cuando retorne, las instituciones pertinentes me estén esperando con el cheque en la mano, pues el país es tan pobre, que ni siquiera permite que todos los niños asistan a la escuela.

Sabemos de tu viaje a China. ¿Qué ámbitos culturales alcanzó?

-Mi viaje a China se debió a una conferencia sobre literatura minera boliviana que debía dictar en la Universidad de Pekín. Ahí nació el interés por traducir parte de mi obra. El trabajo quedó a cargo del profesor Ding Wen Lin, decano de la facultad de idioma español y literatura hispanoamericana, quien es el responsable directo de las traducciones. El trabajo está listo y está a la espera de su publicación, que se ha demorado un poco debido a algunos inconvenientes, entre otros, a la censura oficial que prohíbe la traducción y publicación de obras que tienen alusiones eróticas, como ocurre en varios de mis textos que, de haber dado mi visto bueno, corrían el riesgo de haber sido mutilados o procesados por la censura.

¿Existe interés por la literatura latinoamericana y por qué?

-En China, aunque parezca extraño, existe un gran interés no sólo por la literatura latinoamericana, sino por la suerte de nuestro continente. Por razones de expansión cultural y política, desde la llamada "revolución cultural", el gobierno ha incentivado en colegios y universidades el aprendizaje del idioma español. En la actualidad, la facultad de lenguas romances es una de las más grandes en la Universidad de Pekín. Hay mucho interés de parte de los chinos por mantener una relación más fluida y estrecha con el continente latinoamericano, que en su visión sigue siendo un mundo remoto y extraño.

¿Piensas continuar difundiendo en el medio Chino?

-Siempre que se me ofrezcan las posibilidades editoriales, puesto que se trata de un país donde la literatura boliviana apenas se conoce por referencias. No hay obras traducidas, salvo la novela "El metal del diablo", de Augusto Céspedes, y catorce poesías que forman parte de un libro bilingüe titulado "Antología de poesía latinoamericana", donde figuran Jaimes Freyre, Tamayo, Reynolds, Cerruto, Suárez, Saenz, Camargo y Urzagasti, entre otros.

¿Qué satisfacciones te ha producido tu viaje a México?

-Varias satisfacciones, tanto en lo personal como en lo profesional. México es un enorme abanico donde se confunde lo real con lo fantástico. Es, como decía André Breton, una país surrealista, lleno de contrastes por donde se lo mire. Yo tuve la satisfacción de estar por segunda vez en Ciudad de México. La primera vez fui en calidad de estudiantes en 1984 y ahora en calidad de escritor. Aprendí y gocé mucho, como suele ocurrir en estos viajes que se viven con intensidad y desmesura desde todo punto de vista. Con decirte que, de haber tenido la posibilidad, hubiera elegido México como país de refugio, te lo digo todo. Además, cabe recordar que los bolivianos nos reconocemos mucho en México, puesto que durante decenios hemos tenido grandes influencias de su cultura a través del cine, la música y la literatura.

¿Pudiste cumplir un programa a la altura de tus expectativas?

-Sí, mi viaje obedeció a dos razones fundamentales. Por una parte, asistí en representación de Bolivia a la Tercera Conferencia Regional del PEN-Club (Asociación Mundial de Escritores), que se realizó en San Miguel de Allende, para tratar el tema de la libertad de expresión y los derechos del autor; y, por otra, fui a cumplir con una invitación que me extendió la Casa del Libro de la Universidad Nacional Autónoma de México, donde dicté una conferencia sobre literatura boliviana y presenté mi libro "Fugas y socavones", que en esos días apareció bajo el sello de la editorial mexicana Ficticia. Aproveché también mi estadía para visitar las pirámides de Teotihuacán, el museo antropológico, el museo de León Trotsky, Diego Rivera y Frida Kalho. Cumplí con un programa apretado pero provechoso. Ah, también tuve la satisfacción de compartir momentos inolvidables con algunos amigos entrañables como Coco Manto, Mario Miranda Pacheco, Rodolfo Saavedra, Gonzalo Torrico y Carlos Vargas, entre otros.

¿Cuáles son las diferencias entre la literatura mexicana y la boliviana?

-Considero que cada literatura, como cada país, tiene sus propias peculiaridades. Empero, entre la literatura mexicana y boliviana existen más similitudes que diferencias, debido a que provenimos de un mismo pasado histórico y de una misma tradición literaria, que en idioma español se inicia a partir del descubrimiento de América y el sometimiento de las culturas precolombinas. Asimismo, no es casual que varios de los escritores bolivianos hayan escrito, consciente o inconscientemente, bajo las influencias de autores como Azuela, Rulfo, Paz o Fuentes. Si bien es cierto que los mexicanos carecen de una literatura minera, a diferencia de lo que ocurre en Bolivia, es cierto también que cuentan con obras de ambiente rural, que son análogas a nuestra literatura de carácter indigenista. Otra cosa que llama la atención es el hecho de que si en México se recreó literariamente los episodios de la revolución de 1910, en Bolivia no existe una sólo obra que tenga como eje temático la revolución nacionalista de 1952. Salvo éstas y otras diferencias, considero que, de un modo general, tanto los mexicanos como los bolivianos compartimos una misma tradición literaria.

Hablar de otras obras y de otros autores siempre es difícil, ¿pero cuáles son en la hora presente los autores bolivianos más difundidos?

-Debo confesar que no tengo problemas de hablar positivamente de las obras y los autores bolivianos, porque hace tiempo ya que me liberé de ese horrible pecado humano que es la envidia, quizás porque vivo fuera de Bolivia y porque no tengo la mínima intención de quitarle el espacio a nadie. Una prueba de lo que afirmo es el hecho de que, además de pensar en mi propia obra, pienso en la obra de otros autores. Ahí están las antologías que elaboré con la obra de autores bolivianos y latinoamericanos. No creo en el "sálvese quien pueda", sino en el "salvémonos todos", dándonos la mano el uno al otro. Con todo, debo reconocer que en la actualidad son varios los escritores bolivianos que se van abriendo espacios cada vez mayores en el mercado internacional del libro, debido, en parte, a los certámenes literarios respaldados por el Estado y las iniciativas privadas, como son el Premio Nacional de Novela, el Premio de Poesía Yolanda Bedregal, el incremento de nuevas casas editoriales y, sobre todo, la buena y oportuna intención de difundir la literatura boliviana más allá de nuestras fronteras.

¿Puedes citar algunas obras que te hubieran impactado y por qué?

-En el contexto boliviano creo que ninguno en particular, aparte de alguna novela y algunos cuentos que, por razones más personales que literarias, han calado hondo en mi sensibilidad o subjetividad de lector. Por ejemplo, el relato "Tempestad en la cordillera", de Guevara Arce, quien, sin ser un escritor de profesión, tuvo el acierto de describir la majestuosidad del altiplano y la tragedia de los protagonistas con una prosa llana e impactante. Ahora, sin lugar a duda, hay varias obras de mi preferencia y que muy bien podrían parangonarse con lo mejor de la literatura latinoamericana. Ahí tenemos "Juan de la Rosa", "Raza de Bronce", "El metal del diablo", "Los fundadores del alba", "Felipe Delgado", "En el país del silencio", sólo por citar algunos que ahora tengo en mente.

Los escritores más galardonados son Paz Soldán y Eduardo Mitre. ¿Los conoces personalmente?, ¿conoces sus obras?

-No los conozco personalmente, pero he leído sus obras. Es un avance para la literatura boliviana que estos escritores, junto a otros, estén ayudando a consolidar nuestras letras en el ámbito de la literatura latinoamericana. Con respecto a los premios o galardones, debo decirte que es un asunto muy relativo. Obtener un premio nacional o internacional no es una garantía para que el autor sea más leído o conocido. Esto ha pasado incluso con varios premios Nobel de Literatura, de cuyos nombres y obras nadie se acuerda, a diferencia de lo que pasa con otros escritores que, sin haber recibido premio alguno, están más vivos que nunca, como Cervantes, Tolstoi, Kafka, Proust, Yoyce, Borges, Vallejo, Rulfo, Cortázar, Saenz y un largo etcétera. Ahora bien, en un país como Bolivia, donde no se lee mucho y menos a los autores nacionales, hace falta, y es hasta saludable, que alguien se atribuya los méritos de ser el más leído y conocido internacionalmente. Pero, como digo, las celebridades, a veces prefabricadas por la mercadotecnia, tienen mucho más que ver con las modas pasajeras y el afán de ganar dinero, que con las virtudes reales del autor o la calidad de su obra. En estos casos, como en muchos otros, más vale la pena dejar hablar al tiempo.

¿Qué es de los clásicos bolivianos, todavía se leen?

-Sin duda alguna. Se leen porque son los padres de la moderna literatura boliviana. No se los puede echar a la basura, so pretexto de que han pasado de moda. Más de un escritor de la "nueva ola", con la arrogancia propia de los jóvenes y principiantes, ha manifestado en más de una ocasión que eso de escribir sobre la realidad del campo o las minas es una pérdida de tiempo, como diciendo que escribir sobre las discotes de moda, la pichicata, las hijitas de papá y las innovaciones de la cibernética son temas más afines a la realidad boliviana. Da la impresión de que estos escritores viven fuera de su entorno social, soñando en que se puede hacer literatura boliviana con temas y lenguajes ajenos al contexto nacional. Tampoco comparto la opinión de quienes creen que es lo mismo escribir sobre el filamento de un foco, que sobre la realidad dramática de los hambrientos y marginados del mundo. Más todavía, no creo en la literatura comercial, sino en aquella que circula de boca en boca y de mano en mano.

¿Existe algún movimiento popular para incentivar la lectura en Bolivia?

-Sí, conozco algunos que, a nivel de ONGs e instituciones educativas, están incentivando la lectura sobre todo entre los niños y jóvenes. En Cochabamba, por ejemplo, sé que el Centro Portales cumple esta función, lo mismo que el proyecto "T'huruchapitas", dirigida por la escritora Gaby Vallejo. Sin embargo, pienso que debería de ser una obligación del gobierno la promoción de la lectura en escala nacional. Pero, así como están las cosas, es cada vez mayor la deserción escolar y existe el riesgo de que se multipliquen los analfabetos funcionales.

¿La Sociedad de Escritores funciona?

-Tengo entendido que la Sociedad de Escritores Bolivianos ha funcionando, sin recursos ni sede propia, desde 1984. No hace mucho que eligieron a su nuevo directorio, presidido por Eusebio Gironda y Mariano Baptista Gumucio. Es una organización amplia de la cual tengo el honor de ser uno de sus representantes en Europa. Tiene planteado un proyecto que engloba aspectos como el incentivo de actividades culturales con la juventud, la participación más activa a nivel internacional, la creación de un premio nacional de Ensayo y un registro de la bibliografía de los autores. Espero, pues, que todo lo acordado en su última reunión no se quede, como tantas veces, en puras palabras y buenas intenciones, justo ahora que necesitamos anudar lazos para oponernos, desde la palabra escrita, contra la llamada globalización cultural, que pone en peligro nuestra identidad cultural como nación.