LOS PRISIONEROS DE LA COCA


Chimore/Bolivia 2001

por Edwin Perez Uberhuaga

José, de 15 años, sintió un escalofrío cuando la puerta de metal se cerro detrás de sus espaldas y se tuvo que enfrentar con las miradas hostiles, maternales e indiferentes de gran parte de los 169 detenidos en la carcel de Chimore, acusados de ser parte activa del circuito coca-cocaina.

El joven paso al lado de Elena Cruz, que tiene tres hijos y lleva seis meses de embarazo del cuarto y de Mario, un orureno detenido hace cuatro meses, que no sabe como informar a su familia que fue capturado injustamente y que, ahora más que nunca, necesita su apoyo.

Uno de los abogados bajo la voz en el momento en que le decía a una interna, que la mejor forma de salvarse era acusar falsamente a otro de los detenidos de ser la cabeza del grupo de traficantes, para asi recibir una menor condena.

Vestido con chamarra, pantalón de terno y abarcas, José me dijo: "me han pescado trasladando hojas de coca en el monte, era mi primera vez..." Fue convocado por el "fiscal del pasillo", Paulino Apaza,  para ir al fondo del pasillo a ver los baños.

El jilacata Eugenio Vasquez le dijo los horarios, que si se portaba mal lo
iban a "cepillar" contra el suelo y que no se metiera en lios. Después en
tono paternal le pregunto si tenía un colchón o una frazada. José nego con resignación y el fiscal le dijo "no te preocupes, te vamos a prestar" y le busco un lugar para dormir y empezar a "rotar" cada noche de metro en metro.

Leovigilda Flores, la "dueña" de la tienda improvisada en una celda pequeña, le dará al fiado champu y papel higiénico, sabiendo que tal vez nunca le pague. "Ya estoy acostumbrada", dijo al sostener un bebe.
Según las investigaciones policiales, José puede ser remitido a la carcel de Cochabamba o puede ser liberado por ONAMFA, por ser menor de edad. Lo que esta claro es que pasara mucho tiempo antes de que ambas cosas ocurran.

Esa espera es similar a la que tienen los "tragones" (transportadores de droga en el estómago), los "mochileros" (que lo hacen por senderos durante una semana), los "macacos" (que la ocultaron en vehículos, bicicletas, muebles o zuelas de zapato), en cantidades no mayores a los diez kilos. Y, por supuesto, también hay inocentes cuya espera es más dolorosa.

Esa carcel del tamaño de una cancha de "fulbito", en los momentos de conflicto albergó a casi 300 detenidos. Como el Gobierno busca penalizar bajo la "Ley 1008" a los que siembran coca, esa edificación otra vez se llenará y también la nueva ampliación que se construye a pocos metros de ahí.

Todos los detenidos, en su mayoria gente humilde, pueden recibir de dos a màs de 25 anos de prisión por tratar de ganar cien o más dolares. Ahora tienen que luchar por demostrar su inocencia o menor culpabilidad, frente a "la 1008", que practicamente ya los crucificó.


UNA GRAN FAMILIA


De no ser por las rejas, mallas alambradas y los guardias dentro del cuartel de Chimore, nadie diría que se trata de una carcel, por lo menos a simple vista.

En las tardes, los jovenes huyen del calor sofocante y del hacinamiento, jugando fulbito en un espacio de tres metros por cinco metros. La mitad está ocupada por tierra y la otra por una alta acera que habilmente esquivan los jugadores, aunque cualquier caida puede ocasionar una desgracia.

Los pelotazos también duelen a los que se sientan en otro sector y a los doce niños que juegan con sus carritos de plastico, esperando que comiencen las clases para disfrutar de la libertad que no tienen sus padres.

Adentro, en el amplio pasillo hay grandes mesas donde hombres y mujeres se ponen a tejer, jugar cartas o domino, o ver los dos televisores y vídeos que compraron con sus propias cuotas.

El pasillo divide las "celdas" o cuartos donde la gente dormita en colchones o cartones, lee revistas o conversa, en medio de una notable higiene lograda por la carcel relativamente nueva (en comparación con otras) y por los tres turnos de limpieza cotidiana.

Hay una celda exclusiva para mujeres (unas 40), entre las que están
adolescentes, abuelas, embarazadas, cholitas y "de vestido" que han generado un ambiente de solidaridad e inspiran respeto a los otros internos y los curan con remedios tradicionales, ante la inexistencia de medicamentos.

Todas se turnan para contribuir a la "olla comun".

Estan prohibidas las relaciones sexuales y homosexuales, pero los presos ya han presenciado tres matrimonios el 2000, algunos por amor y otros por la posibilidad de que, estando casados, puedan lograr más facilmente la libertad, al menos uno de ellos.

El jilacata con orgullo afirma que no hay peleas y que se ha llegado a un buen nivel de organización, que en las reuniones permiten obtener demandas que son planteadas a las autoridades del cuartel.


EL INFIERNO


Las crisis emocionales, la falta de dinero, las enfermedades, la
incomunicación, la retardación de justicia y las familias destruidas, forman parte del infierno que cada uno de los internos lleva adentro.

"Yo cometí el error por necesidad, me detuvieron cuando transportaba 600 gramos de shinaota a Cochabamba, por cien dolares. Reconozco mi culpa, pero lo único que quiero es que me trasladen a la carcel de Cochabamba para estár cerca de mis tres hijos", dijo doña Elisa que cree que alla podrá trabajar y ayudar a pagar el alquiler de la habitación de ellos.

Elena Cruz, la mujer embarazada que ya tiene tres hijos y cuyo esposo la abandono, jura que es victima de una calumnia y sólo pide que le permitan tener a su bebe en libertad y así olvidarse de su pesadilla.

El abogado Tito Rodríguez confirmó que algunos de sus colegas sugieren a los internos que acusen falsamente a otro detenido o a alguien que esta libre, para así reducir su pena o salir en libertad, lo que desencadena nuevas injusticias.


Por ejemplo, si dentro de un vehículo con droga se detiene a cuatro personas que no se conocen entre sí, el propietario de la droga puede decir que el jefe es el otro y, como con la Ley 1008 es difícil probar lo contrario, el inocente entra a la carcel.



El abogado dijo que los honorarios que se cobran (casi 1.500 bolivianos), pueden variar, pero la defensa se dificulta porque algunos se cambian el nombre cuando son detenidos.

Muchos de los varones admiten formar parte del narcotráfico, pero lo que les molesta es que después de más de un año no tienen sentencia y no saben que hacer.


EL FUTURO ENCARCELADO



En la carcel de Chimore hay más de cien jóvenes con un promedio de 20 años de edad. Algunos son culpables y otros no.

Su detención sería justa si también estuvieran detenidos ahí o en otras carceles los "peces gordos".Mientras los "barbaschocas" y "narcoarrepentidos" tratan de acortar su pena y lograr la libertad, los de abajo pueden ver que su juventud se marchita detras de las rejas y, si salen, quedaran marcados por el "contagio criminal" y porque siempre llevarán el estigma de traficantes.

Parecen no tener fin los casos como del mecanico Alberto Velásquez, de 18 años, que fue detenido bajo sospecha junto a su madre, Teodora Tardío (40), cuando llegó de Montero a visitarla. "Al capturarme me quitaron 4 mil dolares diciendo que es dinero de la droga y erán mis ahorros para comprarle un terreno a mi mamá".

El Gobierno anunció que encarcelara a los que siembran coca nueva.

Son 32 mil familias en la zona que quieren hacerlo porque no es suficiente el desarrollo alternativo.

Si seguimos esa lógica, cuantas carceles se debera construir para detenerlos?.