REVOLUCION Y PERPLEJIDAD
Jorge Sanjinés A,Bolivia, Director de Cine.- Los recientes resultados electorales han abierto, definitivamente, el cause para una transformación revolucionaria en Bolivia que podría permitir la construcción de una nación orgánica ,convirtiendo su diversidad cultural y étnica en factores dinamizadores y positivos . Contrariamente a lo que piensan algunos analistas ortodoxos, la súbita irrupción del manifiesto electoral de los marginados, prepara a nuestro entender, las bases pródigas de un entendimiento que podría articular un desarrollo no solo material sino cultural y humano si se apoya en los recursos de su propia Identidad. Partimos, para creer en esa posibilidad, en la tradición pacífica de nuestros pueblos indígenas y en sus prodigiosas reservas morales, filosóficas y creativas. Es asombroso comprobar que varios siglos de opresión y desprecio, de odio y racismo, no pudieron aniquilar el alma de una cultura que cifró sus esperanzas en los valores de la reciprocidad y la solidaridad y que conserva profundamente su visión de amor e integración con la Naturaleza. Eso son los indios que en Bolivia son mayoría. Esa es la mayoría triunfante y esos hombres y mujeres no han votado para seguir siendo objeto de desprecio y marginación. Ese voto mayoritario no se ha depositado para conservar la soberbia señorial que los ha destinado a la miseria y el abandono. Ese voto ha llevado a uno de los suyos hasta la cumbre del poder político y lo ha hecho para que se cumpla el gran cambio, el Pachakuti profetizado. Por eso, seguramente, decía Evo Morales, después de la victoria: " Ya no es hora de quejarnos sino es hora de hacer". La perplejidad inusitada de algunos grupos de poder y privilegio minúsculos y de gente "blanca" que siempre se ha considerado superior racialmente a los indios, no puede ser más elocuente. Un escritor y político de ese grupo social ha confesado que desde el día del triunfo electoral de Evo Morales, no puede dormir en paz. Y no es para poco, porque un temor casi atávico al indio, posiblemente generado por la memoria colectiva del terrible cerco a La Paz en 1781,en el que pereció la mitad de la población de la ciudad, atormenta el subconsciente colectivo de los señores que ultrajaron, explotaron y despreciaron a los indios y hoy temen la venganza. Sin embargo, el pueblo triunfante está tomando su victoria con admirable madurez. No hay asomo de manifestaciones revanchistas en las masas que hoy muy esperanzadas, vislumbran la posibilidad de ver terminado o aminorado su cotidiano sufrimiento. Es más, el rechazo a las propuestas violentas, radicales y racistas del otro candidato indígena - hoy en la soledad- son prueba evidente de un nivel de entendimiento y conciliación que fortalece nuestra esperanza. Los pueblos indígenas han acumulado suficientes motivos para la venganza, tanto maltrato, abuso y postergación, serían suficientes motores para desatar la violencia reivindicativa, pero no ha ocurrido ni va a ocurrir. Esas masas han atesorado las enseñanzas de su experiencia histórica, han aprendido la paciencia del oprimido que tiene fe en su destino libertario. Debe considerarse, no obstante, que esas masas tienen memoria positiva de su pasado histórico y lo toman muy en cuenta a la hora de reclamar sus derechos; no han sido masas inertes e indiferentes en el pasado y han luchado por su liberación siempre, con la guerra, cuando no había otra alternativa y con la resistencia pasiva, conservando sus tradiciones, su cosmogonía, su pensamiento cuando era necesario. Se levantaron contra los conquistadores españoles desde su llegada a estas tierras; se levantaron en 1781 en una gigantesca gesta militar que sitió las ciudades causando más bajas en sus enemigos que en las mayores batallas de la guerra de la Independencia que encabezó Bolivar ; combatieron junto a los jefes guerrilleros durante 15 años y fueron la tropa básica de la guerra de guerrillas hasta la creación de la Repùblica y volvieron a levantarse contra esta cuando Melgarejo arrebató las tierras de sus comunidades ; continuaron insurgentes en innumerables sublevaciones que culminaron en la Guerra Federal cuando derrotaron al ejército del Presidente Alonso y fueron traicionadas por el General Pando. Siguieron levantándose para reclamar sus tierras en los años precedentes a la Guerra del Chaco y se levantaron contra los terratenientes del altiplano y los valles hasta que la revolución de 1952 comenzó a repartirles la tierra. Hicieron la guerra armada e hicieron la guerra silenciosa al replegarse en el soledad del campo ,cuando debieron de luchar por sus ideas, por sus creencias, por su ideología, simulando ante los curas devoción incorporándose solo a las manifestaciones litúrgicas de la religión impuesta, como las misas y procesiones, porque en el fondo nunca aceptaron los contenidos del Evangelio, la ideología de la religión invasora, ya que jamás identificaron el mal con el amor, el sexo con el pecado. Esa guerra callada la ganaron de lejos y les permitió ser ellos mismos a través de los tiempos, preservar su Identidad y por eso hoy siguen venerando a la Pachamama, a los Achachilas, dioses tutelares de los andes, siguen hablando con las plantas, considerando hermanos a los animales que les ayudan a vivir y siguen consultando en las hojas de la coca sagrada su presente y su futuro.Ellos son gran parte de los bolivianos que votaron por Evo Morales, hombres y mujeres que hablan sus lenguas vernaculares. Miles de ellos han emigrado a las ciudades en busca de trabajo pero no han abandonado los nexos con sus comunidades de origen y siguen venerando a sus dioses tutelares. Han sido cientos de años una nación clandestina que ha sobrevivido a la invasión, pensando la vida a su manera, componiendo la realidad respetando tradiciones y organizaciones sociales propias y hoy emerge con sorprendente vigor, haciendo valer sus votos en el juego democrático de sus opresores que no esperaban su presencia multitudinaria y que hoy están obligados a respetar el veredicto de un mecanismo, creado por ellos, que siempre controlaron y manipularon. Es también
evidente que la derrota de la derecha ha sido catastrófica no solo
en términos políticos. La inexistencia de ideas propias
para sacar adelante a nuestro país y el afán de competir
con los que estaban planteando soluciones adecuadas a las demandas colectivas,
los llevó a improvisar discursos "progresistas", copiados
de los planteamientos de la izquierda indígena. Su ineptitud los
hizo implementar una campaña sucia que se les volvió como
un boomerang. Ha sido patético. El mayor fracaso no estuvo en las
urnas sino en la incapacidad de ese estamento social por comprender la
realidad en la que actuaba. No saben nada sobre el país en el que
viven,
Ese pensamiento se
articula en la fusión de los opuestos, en el "tinku"
o encuentro de los adversarios y la pelea que es desencuentro se hará
para encontrarse. Y si no se entiende la paradoja no se entiende nada.
En el norte potosino se exorciza asi la violencia que podría volverse
permanente, con la violencia ritual de la dura pelea campal y anual del
Tinku, en medio de cánticos y música En esa fiesta de enfrentamiento
se resuelven todos los entuertos y malentendidos, las ofensas y agravios
acumulados durante el año en la interelación de ayllus rivales. Hace muchos años, cuando en una oportunidad en la que el reventón de una llanta me hizo buscar ayuda en una carretera del altiplano, llamaba a gritos a un campesino que en esa hora crepuscular, se hallaba sentado en la cima de una colina. Un anciano que presenciaba mis inútiles intentos, se me acercó para decirme que el hombre no iba a descender hasta que el sol no terminara de ocultarse. Le pregunté porque razón y su respuesta fue tan sencilla como inquietante: "Porque se está llenando de luz". Y para qué? pregunté desconcertado. " La gente reunida de nuestra comunidad le ha elegido Jefe para este año". Me dí cuenta esa tarde maravillosa que la cultura de la mayoría de mi pueblo, me era desconocida. Se trata pues de la presencia de dos distintas cosmovisiones y el gran desafió político presente, no radicará tanto en resolver problemas de déficit en la balanza de pagos o duplicar las exportaciones, sino en conjugar, en armonizar, partiendo del respeto mutuo, las dos distintas maneras de componer nuestra realidad, las dos distintas maneras de pensar el mundo que podrían y deberían conjuncionarse, reconociendo el papel estratégico de la cultura de las mayorías en una sociedad en cambio y transformación. Difícil tarea social y política que no puede hacerse de la noche a la mañana y que requiere del concurso de esas dos Bolivias que deben encontrarse en la contemplación desprejuiciada; dando y recibiendo, admirando y respetando, para incorporar los beneficios de la tecnología de la modernidad sin perder los horizontes de la propia identidad cultural. Un médico cirujano que puede salvar una vida, allí donde la medicina tradicional no alcanza, deberá mirar al herbolario con el mismo respeto que reciba de este, porque un verdadero callahuaya, que conoce el uso de 2 mil o 3 mil plantas medicinales, es tan culto como el cirujano que opera una peritonitis, como muy culto era aquel campesino - que tuve la suerte de conocer - que podía guiarse en la noche con solo mirar el cielo estrellado ya que le eran familiares más de 600 estrellas. La familiaridad con la naturaleza, la sabiduría heredada y el contacto cotidiano con ella han hecho de los pueblos indígenas grupos humanos privilegiados en muchos sentidos y por otra parte la convivencia colectiva les ha permitido gozar de una condición de armonia psicológica que los "civilizados" ya no conocen. En cuanto el individuo es desarraigado del grupo empieza la neurosis y el miedo, se rompe el orden natural, el estado natural gregario y probablemente muchos problemas psicosociales e individuales de la sociedad moderna se deban a esa fractura. Ocurre con el indígena que deja la comunidad y rompe sus lazos con el grupo. Su desarraigo y pérdida de identidad cultural lo hacen susceptible a la corrupción y a la violencia. Posiblemente por eso en Bolivia son tan fuertes los vínculos con la comunidad de origen, se prolongan hasta futuras generaciones ya mestizadas.Lo vemos en la fuerza del flolklore boliviano que sorprende a propios y extraños intensificándose año tras año, lo vemos en las tradiciones y prácticas religiosas paganas que llevan a comerciantes mestizos del valle de Cochabamba a subir a las apachetas el primer viernes del mes de enero para ofrendar una "mesa" a la Pachamama y pedir buena fortuna o agradecer en Oruro a la Virgen católica bailando "Diablada". En la ciudad de La Paz, poblada mayormente por aymaras y mestizos, en la que la votación por el candidato indígena se acercó al 70%, no existe una violencia delincuencial notoria. Los periodistas extranjeros que llegaron días antes de las elecciones se sorprendieron mucho de la posibilidad de salir de sus hoteles en altas horas de la noche sin problemas de ese tipo. Si ocurre un asalto será excepcional como excepcional sería que no ocurriera en Bogotá o Lima. Hay tanta o más pobreza que en otras ciudades de América Latina pero la población indígena que compone la mayoría de sus habitantes viene del campo, no ha roto sus vínculos sociales con la comunidad de origen y en general vive en la ciudad cerca o vinculado a su gente que le ayuda o protege. El individuo está solo y las tradiciones de honradez aymara pesan mucho.
Como veremos más adelante, la preminencia del grupo, la organización social colectiva, han permitido la sobrevivencia de la cultura andina y la aplicación de sus principios y filosofía podría permitir en la nación boliviana construir un panorama humano alejado de los vicios, tormentos y soledad del individualismo. Es un hecho que no solo los indios se volcaron a votar en masa por su candidato indígena, lo hizo buena parte de la clase media, tal vez unos por repudio contra la envilecida clase política, otros reconociendo la integridad y mesura del candidato indígena y su vicepresidente, destacado intelectual de clase media y otros porque ansiaban esperanzados un cambio que saque a Bolivia de la crisis y apostaron al más distinto en una suerte de ruleta rusa. Sin embargo, la masiva asistencia indígena y popular al acto democrático electoral del 18 de diciembre ha sido pródiga e inquietante. Un nuevo fenómeno que a mi entender tiene que ver con el universo colectivo de los indios, se ha hecho presente en mi percepción, porque siento que había un secreto entendimiento entre ellos, una certidumbre de la intuición, de que ya había llegado el día del Pachacuti, el día del gran cambio, profetizado por los mitos y las leyendas. No podemos aún
construir una idea precisa de lo que ocurrió el 18 de diciembre,
porque creo que estamos demasiado cerca de estos hechos trascendentales.
Tuvieron que transcurrir muchísimos años para que los bolivianos
pudiéramos aquilatar el proceso del 52. Esa cercanía solo
nos permite conjeturar, pero creo que un apasionante fenómeno social
ha movilizado a los indios de Bolivia. Algo inédito y poderoso
como inédito y poderoso fue Octubre del 2003.
Está claro, por otra parte, que nuestro pueblo ha hecho del dolor y del sufrimiento social un camino del conocimiento y le ha sido dado, muchas veces, descender a la oscuridad de los abismos ,con sus propias certidumbres, para encontrar la luz de las cosas. Por eso hoy el mundo entero mira a Bolivia perplejo e intrigado. Estoy persuadido que si este proceso político, social y cultural que debemos sacar a delante los bolivianos logra consolidarse, tendremos también respuestas positivas para el mundo exterior, globalizado y aterrorizado por el dominio imperial ,ofuscado por su hiperdesarrollo tecnológico y la terrible soledad del individualismo.
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