ABEJAS
EN LOS ZAPATOS.
Sinopsis. Por Osvaldo Antonio Ramírez
Rut Niebla Soa que
ha crecido en un orfanato, al abrigo de la iglesia, es violada por el
sacerdote que la ha protegido durante su infancia. El sacerdote la envía
hacia un barrio periférico de la ciudad donde la joven pare un
hijo. Para alimentarlo se ve obligada a realizar trabajos en la limpieza
de calles y hacer labores de lavandería. Es una excelente cantante
y pintora. Cuando descubre su verdadera vocación se dedica por
completo a la pintura. Pero Rut tiene una peculiaridad: padece hipercromía
del iris y su ojos cambian de color indistintamente de acuerdo a sus diferentes
estados anímicos. El hijo crece marcado por el cambio de color
en los ojos de la madre, que ha percibido desde sus días de lactante.
Para él no existe patrón de belleza, ni siquiera de sexualidad,
que no esté vinculado con esta cualidad poco común en los
ojos. Es un hombre solitario que trabaja en una funeraria primero y en
la sala de anatomía patológica de un hospital después.
Rut muere en un accidente y Jeremías, el hijo, vaga por la vida
en busca de unos ojos que le devuelvan la existencia. Por casualidad los
encuentra y para no volver a perderlos, impulsado por un arranque obsesivo
de su neurosis... mata.
Valoración:
Novela que transcurre en la Cuba de hoy pero el tema se universaliza.
209 páginas Arial 14.
Negar
al ángel es convertirse en náufrago (a propósito
de Los ángeles vuelven a casa de Osvaldo Antonio Ramírez)
Por
Liuvan Herrera Carpio
Una isla es una ausencia
de agua rodeada de agua, según la experiencia discursiva de Dulce
María Loynaz. Ninguno de nosotros dudaría, ahora mismo,
que Fomento es una isla, isla dentro de otra isla, pero paradójicamente
incomunicadas por un mar interior, invisible, cotidiano.
"Cercar de agua", es la primera definición de la palabra
aislar que brinda el Pequeño Larousse Ilustrado. Fomento -repito-
es un pueblo náufrago, que no recuerda cuál de sus manos
es la derecha, que ni siquiera sabe dónde anclar sus orillas, y
que -desafortunadamente- nunca podrá conocer el mar.
Quien haya nacido
en la isla de Fomento, no podrá sepultar su condición de
solitario. Osvaldo Antonio Ramírez nace, mientras Fomento transitaba
el 29 de Febrero de 1956, nacer un 29 de Febrero es una marca aún
más agónica, qué se puede esperar entonces del hombre
que demora cuatro años en envejecer. ¿En qué estriba
su salvación? ¿Cuál es el antídoto para no
sufrir una muerte desfasada del almanaque? Aquí me atrevo a contestar
por Osvaldo: este antídoto es la escritura, ella es la profanadora
del cerco que impone la orilla, la única sobreviviente del hastío
y la tarde insulares, es sin remilgos, la causante de que nosotros -isleños
de Fomento- hayamos decidido convocar esta reunión, este ritual.
Los ángeles vuelven a casa es el último hecho publicado
de una experiencia escritural que ya ostenta cinco libros. Su argumento
se enmarca en dos historias principales, narradas paralelísticamente
aunque separadas por el espacio y el tiempo. Se conectan a través
de los personajes protagónicos: María del Soto y las Mercedes,
abuela de María de la Casualidad, asturiana emigrante la primera,
emigrante cubana la segunda.
María del Soto viaja hacia Cuba a principios del XX, engañada
por un supuesto protector que no es más que un proxeneta, cazador
de muchachas. María del Soto tras el chasco decide en un puro intento
romántico, establecerse con un asturiano desconocido en un pueblo
anónimo del centro de Cuba. Allí nacen las metafóricas
Levedad, Profunda, Enternecida, Suspiro, Envidia, cinco hijas de caracteres
disímiles, antitéticos incluso.
Levedad, tan etérea como su nombre, ignora -ya establecida temporalmente
en la contemporaneidad de los 2000- que su hija, María de la Casualidad
se prostituye en la capital cubana, mientras soporta la detestable presencia
de sus dos tíos, que en un intento de falso altruismo, le brindan
hospedaje.
Desde esta voz se nos cuenta la historia, que en sucesivos cambios a manera
de retrospectivas, avanza. María de la Casualidad intenta -desde
todas las perspectivas posibles -; protagonizar la viceversa de la abuela,
o sea, retornar a España, en una especie de viaje intergeneracional
a la semilla.
La profesora y ensayista Margarita Mateo reflexiona en su ensayo A las
puertas del siglo XXI, publicado en La Gaceta de Cuba (nov.-dic. 2002)
acerca de la narrativa cubana contemporánea:
"Hay en ellos (en los narradores) una constatación evidente,
desde muy temprana edad, de la diferencia entre la historia real -aquella
que viven cotidianamente- y la oficial, la que se divulga a través
de la prensa y los medios masivos de comunicación"
Osvaldo no escapa a este presupuesto, su libro está permeado por
una fina ironía que hondamente conmueve presupuestos ético-cosmovisivos
del cubano actual. La década literaria del noventa -fíjense
que digo literaria y no temporal, real- indiscutiblemente no ha terminado
aun en el nuevo siglo. Estamos transidos en nuestra escritura por la misma
crisis de valores relacionada a su vez con la crisis de un proyecto social.
La brújula de los narradores sigue apuntando la misma dirección
de un sujeto desgarrado, abúlico, oscuro.
Pero alto, esta no es una novela que haga impactar al lector mediante
la pobreza espacial y lingüística de un realismo sucio.
Quisiera destacar a continuación tres aciertos de Los ángeles
vuelven a casa:
El primero: su valor intertextual, en el ejemplo el narrador nos recuerda
a Estrella, la protagonista de la imprescindible novela Tres tristes tigres,
del imprescindible y cubano Guillermo Cabrera Infante:
"En la entrada del club, un borracho dormía plácidamente(...)
Del interior brotaban los compases de un bolero cantado a coro. Una voz
femenina se escuchaba por encima del resto. El grupo salió al exterior
y se materializó ante mí la figura imponente de la Estrella
reencarnada. Cruzaron por mi lado, ella cantaba boleros y su voz tronaba
por sobre las demás."
El segundo: su lirismo, en frases que funcionan como oasis poéticos
en medio de un discurso degarrador:
"La muerte se había adueñado de ella mucho antes y
el cuerpo era apenas una espera", "Encima de todo (...) las
nubes, dispersas, absorben incansables los jugos de la tierra"
Y tercero: el propio título de la novela que dota de cualidad angélica
a estos personajes, María abuela y María nieta (recordemos
que nieta y prostituta), que en una especie de trama, de serpiente que
se muerde la cola se reencuentran en situaciones similares donde el mar
es el protagonista más divisorio.
La palabra ángel proviene del griego ággelos y se traduce
como mensagero. Después del poeta checo Rainer María Rilke
todo ángel es terrible, y terrible además son los ángeles
de Osvaldo Antonio Ramírez, que se nos muestran en una invitación
insostenible, para que este libro desemboque en nuestras manos una fiesta
singular.
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