El
Silencio de los niños de Polonia
CRACOVIA
/ Castillo Real WAWEL. Foto.:Jaime de la Gracia
Jaime
de la Gracia
*
Golabki, surowka, czerwonej, kapusty, zurek.
La pasada primavera
fui a Polonia invitado para hacer dos lecturas, una en Varsovia y otra
en Cracovia. Confieso que me sorprendió gratamente el país,
sus gentes sus paisajes, su cocina. La invitación la hizo una
asociación de escritores alemanes que tengo entendido las celebran
de forma anual, cada vez, en diferentes países de la antigua
cortina de hierro. Por lo tanto gocé de la grata compañía
de poetas y escritores de diferentes lugares como México, EEUU,
Australia, España, Dinamarca y por supuesto poetas de Alemania.
Mi curiosidad por
estar en Polonia era mayor que la ansiedad por conocerla. Conozco aquí
en Berlín varios artistas poloneses, danzarinas, fotógrafos,
pintores, poetas con los que normalmente me reúno a compartir
un café, no les dije nada sobre la posibilidad de mi viaje a
su país, pues no quería escuchar consejos de sitios por
visitar, o la natural previsión que acomete al nativo que habla
a los otros del país soñado que dejó atrás
y, que al confrontar lo dicho, con la realidad que verá el otro,
puede resultar siendo un aumentador de la belleza y de las reales cualidades
de su tierra. Esa fue otra razón por lo cual no les dije nada
de mi viaje a mis amigos poloneses; quería ahorrarles los consejos
y aprehensiones.
La llegada al aeropuerto Fredéric Chopin de Varsovia fue bastante
temprano en las horas de la mañana, luego de un pequeño
retraso en Berlín que no me molestó a mí, sí,
a los otros dos poetas que volaban conmigo en el mismo avión,
un mexicano y una poeta australiana. Vi un terminal aéreo no
pretencioso, limpio, acogedor. A la salida del puente internacional
nos estaba esperando una sonriente guía / así se presentó
/ que hablaba un buen Español e Ingles. Yo estaba preparado para
la aventura de ver un país ruinoso, oscuro, gris como pinta la
propaganda de los vencedores a los países de la antigua cortina
de hierro, por lo tanto nada de lo que viera me tomaría por asalto.
Seguimos a la guía hasta la salida y ahí vimos estacionados
dos autos, uno, un cacharro, como lo
definió el poeta mexicano y a su lado una limusina negra tipo
Hollywood como lo crítico la poeta australiana. La guía
mostró en dirección a los dos carros y dijo- Suban a ese
auto. No que va! La Guía pasó de lado del cacharro y ordenó
muy segura a un impecable chofer vestido de frac nuevo Por favor
toma sus maletas y acomódalas en el auto. El chofer obedeció,
sin servilismo, pero con elegancia de movimientos, fue cuando preguntó-
¿Caballeros dónde están sus maletas? Yo miré
al mexicano y a la australiana que también me miraron a mí,
fue cuando caímos en cuenta que ninguno de los tres traíamos
maletas. Yo había empacado en una mochila seis calzoncillos,
tres pares de medias y unas zapatillas de estar en casa, bastante livianas,
tres pares de medias, un cepillo de dientes, crema, un desodorante,
y nada más, todo eso para estarme una semana en Polonia y estaba
un poco molesto conmigo por considerar que había demasiado peso
en mi morral. La guía resolvió el paréntesis creado
por la pregunta del chofer, con una modesta y pomposa repuesta:- Ellos
no cargan maletas, los ricos son extrovertidos, no son como nosotros.
El chofer se tragó lo dicho por la guía y no se amilanó,
todo lo contrario, sacó pecho, se veía la satisfacción
de entrar en contacto con los ricos de este occidente.
El trayecto hacía
el hotel transcurrió en medio de limpias y espaciosas avenidas
arborizadas, sin contratiempos de embotellamiento, el sol se abría
paso sobre los restos de una neblina que acariciaba el aire azulado.
Alcanzamos el hotel. El chofer sin la preocupación de tener que
sacar maletas, tuvo el buen gesto de abrir las puertas de la limusina,
lo hizo con ademanes sencillos pero elegantes, casi se veía el
entrenamiento que recibió en la escuela de choferes que seguro
tienen estas empresas para sus trabajadores, pero lo que me gustó
fue que todo lo hacía sin servilismo. La poeta australiana se
acercó al chofer y le entregó una nota de 20 Euros, el
chofer la acepto sin aspavientos, con total naturalidad. El poeta mexicano
le preguntó a la australiana por qué lo hizo y ella respondió:
-Se que esa nota de 20 Euros aquí significa mucho dinero, pero
no quiero matar su ilusión de que transportó ricos de
occidente y, además por qué no le puedo dar 20 Euros de
propina al que me de la gana? Terminó de decir bastante molesta
la poeta australiana.
En el aeropuerto
vi pasar por mi lado niños que caminaban organizados en dos líneas
indias / caigo en cuenta que la línea recta también es
una fila india /, vigilados por cuatro mujeres que les daban instrucciones,
se veían saludables y bien vestidos, mostraban buenos calzados,
los vi perderse en dirección a una gran ventana desde donde verían
los grandes aviones que parqueaban en el muelle del terminal y, también
por supuesto los aviones que volarían hacía rumbos que
conocen los pájaros.
Estos niños,
sus edades oscilaban entre los 6 y 9 años de edad.
La ciudad de Varsovia,
capital de Polonia es un positivo exitoso de la reconstrucción.
Luego de su destrozo
causado por la guerra, la ciudad fue reconstruida piedra a piedra, zócalo
a zócalo. En su reconstrucción, se utilizaron las antiguas
imágenes conservadas en el archivo histórico de la ciudad,
de entre estas imágenes, se resaltan las pinturas que el Canaleto
hizo del entorno urbano de Varsovia.
Por doquier niños,
niños en los centros históricos, niños en los monumentos,
niños en las iglesias donde resaltan las figuras de Juan Pablo
2, el primer papa polaco, niños en el interior de las minas de
sal hoy convertidas en impecables museos / a propósito la palabra
salario viene de la sal, el precio de la sal tazaba el valor de las
tierras y todo los bienes susceptible de comprarse o venderse /. Niños,
niños, niños siempre caminando muy ordenados en fila india
y en silencio.
Escuchas su presencia
cuando pasan a tu lado en silencio. Jaime de la gracia Berlín
/ 5 /2011.
*Este Mantra lo forman apetitosos platos de
la cocina de Polonia.
das Schweigen
der polnischen Kindern
Jaime de
la Gracia
* Golabki, surówka, czerwonej, kapusty, Zurek.
Im vergangenen Frühjahr war ich nach Polen eingeladen, zwei Lesungen,
eine in Warschau und eine in
Krakau zu halten. Ich gestehe, ich war angenehm überrascht; das
Land, seine Menschen, seine
Landschaften, seine Küche. Die Einladung kam von einer Vereinigung
von deutschen Schriftstellern, die
dieses Treffen jährlich jeweils in verschiedenen Ländern hinter
dem ehemaligen Eisernen Vorhang
organisierte. Also habe ich die angenehme Gesellschaft von Dichtern
und Schriftstellern aus
verschiedenen Nationen wie Mexiko, USA, Australien, Spanien, Dänemark
und natürlich der
Bundesrepublik Deutschland genossen.
Aus der Ferne ist meine Vorstellungskraft über Polen sehr stark,
Ich kenne hier in Berlin polnische
Künstler, Tänzer, Fotografen, Maler, Dichter, mit denen ich
mich oftmals auf einen Kaffee treffe. Über
meine Reise in ihr Land habe ich mit ihnen gar nicht gesprochen, ich
wollte den klassischen Rückblick
vermeiden, den die Exilanten von ihrem Land haben, den Willen, begabt
aus Grausamkeiten
Vanillezucker zu machen.
Die Ankunft in Warschaus Airport Frederic Chopin war sehr früh
am Morgen, nach einer kurzen
Verzögerung in Berlin, die mich nicht störte, aber die beiden
anderen Dichter, die mit mir im gleichen
Flugzeug flogen, ein mexikanischer und eine australische Dichterin.
Ich sah einen unprätentiösen,
sauberen, freundlichen Flughafenterminal. Am Ausgang des internationalen
Bereichs wartete eine
lächelnde Führerin auf uns, /gut aussehend / die gut Englisch
und Spanisch sprechen konnte. Ich war für
das Abenteuer, ein Land in Trümmern zu sehen, dunkelgrau vorbereitet
. Mich begleitete die übliche
grausame Propaganda, die die Sieger über die Länder hinter
dem ehemaligen Eisernen Vorhang
verbreitet haben, so dass mir alles wie Körperverletzung scheinen
würde.
Wir folgten ungefähr in einem Abstand von 20 Metern der sympathischen
Führerin zum
Flughafenparkplatz, wo sie direkt auf zwei geparkte Autos zuging. Der
eine Wagen wurde von dem
mexikanischen Dichter als alter müder Pick-Up beschrieben, der
andere von der australischen Dichterin
kritisch als schwarze fette Limousine, Typ Hollywood, bezeichnet. Die
Führerin zeigte auf die beiden
Autos und sagte, dass wir dorthin kommen sollten. Als wir ankamen bat
sie uns in der dicken fetten
Limousine Platz zu nehmen, aus der zuvor ein in eine elegante schwarze
Uniform gekleideter Chauffeur
ausgestiegen war, der uns nun die Wagentür aufhielt: -Bitte, wo
ist Ihr Gepäck? Fragte uns der elegant in
Schwarz gekleidete Chauffeur . Das war der Moment, in dem wir bemerkten,
dass uns kein Gepäck
begleitete. Wie ein Schock in der Leere ist die Frage bei uns angekommen,
-der Arsch des Hundes ist
sauber-, habe ich gedacht. Die nette Führerin kam uns zur Rettung
und sagte zu dem schwarz elegant
gekleideten Chauffeur: -die okzidentalen Reichen sind so exzentrisch,
sie brauchen kein Gepäck.- Der
Chauffeur hat so getan, als hätte er verstanden und zu uns gesagt:
Bitte, meine Herren, nehmen Sie
Platz!- Das hat wie eine dekadente Szene aus einem alten Perückentheater
geklungen.
Sowieso war das einzige Gepäck, das ich hatte, ein sehr kleiner
Rucksack, in den ich für eine Woche
Reisen in Polen drei Paar Socken, eine Zahnbürste, Creme, Deodorant,
vier Unterhosen und ein Paar
Haus-Pantoffeln für das Hotel eingepackt hatte, getreu meiner Auffassung,
ein leichtes Gepäck macht
eine angenehme Reise.
Die Reise zum Hotel führte durch saubere und geräumige Avenuen.
Die Bäume an beiden Seiten
machten den Weg angenehm - frische Luft - die Sonne brach durch die
Überreste von einem Nebel,
streichelte die Luft blau. Wir erreichten das Hotel. Der Fahrer, ohne
sich Gedanken darüber zu machen,
so einfach wie die Katze in der Dusche, öffnete die Tür der
Limousine und wir stiegen aus.
Ich atme einen Fisch, der in der Luft schwimmt, die australische Dichterin
näher sich dem Fahrer und gibt
ihm 20-Euro als Trinkgeld, die der Fahrer ohne viel Aufhebens nimmt,
ganz natürlich, der mexikanische
Dichter fragt die Australierin: - Warum hast Du das getan?, die Australierin
dreht sich zu ihm um und
sieht ihn an, als wäre er eine ausgelassene Katze, sieht ihn an,
wie man die Spucke auf dem Pflaster
ansieht und sagt: -Ich weiß, dass ein 20-Euro-Schein in diesem
Land eine Menge bedeutet, aber ich will
nicht seine Illusion über den wohlhabenden Westen töten und
außerdem, warum kann ich nicht 20 Euro
geben wem ich will, Scheiße, es ist mein Geld und mit meinem Geld
kann ich machen was ich will! Und
jetzt bitte ich Dich, versuche nicht, mich zu führen, hast Du kapiert?
Der Mexikaner, mit einem dünnen
Lachen im Gesicht sagte, okay , Prinzessin, okay, bleib ruhig.
Am Flughafen sah ich Kinder, Hand in Hand, in zwei Reihen hintereinander
wie Indianer gehen / Ich weiß,
dass die gerade Linie auch eine einzelne Datei ist / Vier Frauen betreuten
die Kinder, gaben
Anweisungen, passten auf sie auf. Die Kinder sahen gesund aus und waren
gut gekleidet, trugen gute
Schuhe. Sie sahen in Richtung eines großen Fensters, wo sie die
großen Flugzeuge am Terminal
andocken sehen konnten. Die Vögel und die Kinder wissen, wohin
die Flugzeuge fliegen werden ohne zu
fragen.
Diese Kinder waren im Alter zwischen 6 und 9 Jahren. Sie waren leise,
ordentlich und leise.
Die Stadt Warschau ist Polens Hauptstadt, nach der Zerstörung,
die der Krieg verursachte, wurde die
Stadt Stein für Stein wieder aufgebaut, Fenster für Fenster.
Für ihre Rekonstruktion, wurden die alten
Bilder, die in den historischen Aufzeichnungen der Stadt erhalten geblieben
sind, verwendet, darunter
auch die Gemälde, die Canaletto von dem alten Warschau gemalt hat.
Über Warschau können wir in
diesem Fall sagen: -Warschau ist ein positiver erfolgreicher Wiederaufbau.
Kinder im historischen Zentrum, Kinder vor Denkmälern, Kinder in
Kirchen, in denen als Highlight die
Figuren Juan Paulos des 2., des ersten polnischen Papstes stehen, Kinder
im Salzbergwerk, Kinder in
Museen. Kinder, Kinder, Kinder laufen immer im Gänsemarsch sehr
ordentlich und ruhig.
Stillschweigende Kinder
Jaime de la Gracia
Berlin / 5 / 2011.
* Dieses Mantra bezeichnet appetitliche Gerichte
in Polen.