ANTROPOLOGÍA DE LA VIOLENCIA A LA MUJER

En los seres humanos rigen, a priori, las leyes de la naturaleza por deriva hasta que se conforma una diferenciación individual o de estatus social.

Un ser humano en concreto al nacer lo primero que hace es seguir a un servilismo biológico por medio de unas funciones o deberes que son inculcadas por sus progenitores; y eso lo produce, de seguida, que adquiera unas capacidades de adaptación social, las cuales actuarán en adelante por automatismo. Esquemáticamente sería así el proceso: una habituación, lo que conlleva una capacidad adaptativa y, ésta, actuará hasta el final por automatismo.

Desde luego, cada individuo está designado a ejercer una autoridad que protege una u otra habituación que, al mismo tiempo, le tensa, le motiva, lo crea necesario -para adaptar el carácter a una resistencia identificativa-. El carácter sexista es, así, condicionado, reducido a una obligatoriedad -capacidad por manifestarse- necesaria porque se ha adquirido.
Ahí la mujer, se condiciona o se deja condicionar "irremediablemente" por la fijación reproductiva, asimila un animismo infantil en su contagio -resonancia emocional- por saciar esa agradable atención a su hijo; por ello, la psicología de la mujer genera agentes o funciones susceptibles al "amor", alimentándose a la vez de la "inutilidad agresiva" que desplaza (término psicológico que significa trasladar pulsiones o emociones como elementos sustitutivos a otras acciones diferentes) a su convivencia social.

En cambio, el hombre se solivianta a la agresión sometido directamente a su instinto de supervivencia, sin verse orientado constantemente por una catarsis que eso evite. Tiene que cazar y, además, guerrear para "imponer" una etnia -lo que subestima la vida como fin propio o como valor-; él se hace sin duda autoritario porque la agresividad conduce a vencer, a resolver la "enemistad anímica" que desplaza a todo acto como recurso de supervivencia. Esto no determina que él no necesite emociones de afecto, sino que están condicionadas a su "a priori", a su dinámica psicológica que no puede soslayar.
Cuando sus puños se levantan contra la mujer no lo hace sólo por intenciones, sino por la impulsividad de un carácter biológico-social que ha adquirido; enfrente suya, la mujer, llorará imitando al niño que fijó porque es su "salida" -su respuesta- como única razón que no revoca o que no ha aprendido a revocar.

Así pues, lo que dijo Rousseau de que el ser humano es bueno -con respecto a la carencia de agresividad- por naturaleza puede ser válido sociológicamente, pero no biológicamente. El ser humano ejecuta en su campo vital sus capacidades funcionales de supervivencia, reacciona para no frustrar sus impulsos o emociones fijadas que ha creado como necesarias, como adaptación.
Sólo en el contexto de la socioterapia -el fortalecimiento de valores y el cambio de funciones sociales como el que se compartan tareas del hogar y del cuidado de los hijos- tiene una eficacia real como contrapartida a lo que ya hay.

Pero, de forma resumida o enumerada, ¿cuáles son las causas para que el hombre trate a la mujer con violencia?

  1. El hombre no está diariamente vinculado de forma emocional a los hijos tras la fase pos-reproductiva, sino a sus ritmos congénitos y de poder -control del medio natural y del medio social-.
    Las niñas es la belleza lo que exhiben; los niños, fuerza.
    Las niñas juegan a ser madres; los niños, a competir con otros en cualquier cualidad no sensible.
  2. La sociedad posee generalmente una cultura patriarcal y esto permite una misión de autoridad a favor del hombre: es quien decide las decisiones más importantes y, luego, quiere en consecuencia decidir las de la separación o del divorcio.
  3. La falta de autonomía económica: la mujer al no estar integrada plenamente en el mercado de trabajo depende más del salario de su pareja y se siente "adeudada" en eso emocionalmente.
  4. El sentimiento de propiedad del hombre como organizador de la sociedad patriarcal, pues él siempre ha sido propietario: "mis tierras", "mis obreros", "mi caballo", etc.
    El rey tiene un país, el maestro tiene discípulos, etc.
  5. El lenguaje como inductor de la infravaloración de la mujer, ya que casi todos los "tacos" tienen connotaciones de ningunearla como persona, de ofenderla.
  6. El hombre es quien utiliza las armas, casi siempre va unido socialmente a ellas: él es quien las fabrica y las sublima como medio de poder.
  7. El sentimiento de honor que ha alimentado también socialmente: él es el prestigioso macho que no quiere "mancha" y, ante todos, le irrita una situación de "cornudo".
  8. La carencia de rebeldía emocional en la mujer, puesto que está tratada por la resignación a ser "el sexo débil", "inútil para muchas cosas" e, incluso, en la búsqueda de amor, ella no seduce por miedo a sentirse después mal o al "¿qué dirán?".
    Pasivamente espera a que el macho la conquiste y pasivamente espera a que el macho la determine sexualmente, es decir, le imponga cuándo y el modo de sexualidad. Esto, sí, produce más inseguridad y retraimiento en ella para conseguir sus derechos.

Por último y como exigencia, la sociedad tiene la obligación de remediar que sigan imperando estas causas como "destructivas" -en todas las facetas de sus vidas- para más de la mitad de los seres humanos que la componen. Sólo es, pues, un reto humanitario o de pura o neta dignidad.


José REPISO MOYANO, ESPAÑA, MALAGA