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EL MITO DEL DESARROLLO

Por Max Murillo Mendoza.

El filósofo, escritor, ensayista y poeta Rafael Bautista, entregó al público el 8 de mayo en ambientes del museo de folklor, en La Paz, su última obra: Del Mito del Desarrollo Al Horizonte del SUMA QAMAÑA.

En estos días ojeando los primeros capítulos me animo a vaticinar los resultados de su obra, pues las líneas de reflexión marcan una apuesta segura a una crítica remarcada, que acompaña a otras críticas anteriores también rigurosas y demoledoras, como las de Javier Medina, en el sentido del rotundo fracaso de las lógicas desarrollistas por estos lados del mundo.

Pero también por el llamado primer mundo, donde culturalmente fue inventado y acuñado como receta salvadora para todo el mundo. Tengo una conversación postergada con Rafael, donde por supuesto abordaré mis dudas prácticas, pues soy testigo de muchos años desde la educación trabajando con comunidades quechuas y aymaras, y donde temas de desarrollo están en primera línea de acción.

Ya es una evidente constatación el fracaso del modelo de desarrollo: calentamiento global y crisis terminal financiera brutal al interior del modelo capitalista. Sus aproximadamente 300 años de despegue y gloria han llegado a su fin. Pero esa agonía sigue siendo parchada por otros modelitos, animada por sus instituciones creadas con ese fin: el de fortalecer y cuidar las espaldas del modelo: los bancos centrales y privados europeos y americanos, el FMI, BM y otras poderosas filiales de dichos negocios. El ilimitado crecimiento, e infinito, ha sido sólo un engaño ideológico. Un espejismo que ha destruido el mismo hábitat humano, y por ahora no hay marcha atrás ni siquiera con las tecnologías más sofisticadas. La lógica de la acumulación y riqueza infinita sólo ha servido para unos muy pocos de este mundo, sobre la miseria y la sobrevivencia de miles de millones de habitantes en el planeta. Esa macabra enfermedad mental de la acumulación, ha contaminado todas las esferas de lo social hasta convertirse en lo más importante como modelo de triunfo, como escala de poder, en todas las sociedades y culturas del mundo. Porque el modelo y las valoraciones ideológicas empujan y animan a ese suicidio colectivo. Toda la maquinaria social que recrea y condensa el funcionamiento del engranaje colectivo, desde el estado hasta lo privado, tienen en sus venas el de exigir a sus habitantes que triunfen o, si hacen caso omiso, fracasen en el proceso. No hay medias tintas, no hay maneras de evadir lo que el modelo requiere y exige para su funcionamiento.

La crueldad del modelo además en su cinismo y sus estrategias de sobrevivencia, acude también desde hace mucho tiempo a las guerras como negocio redondo, para seguir flotando y sonriendo, sobre todo beneficiando a sus poblaciones de sus países centrales por supuesto con el objetivo de mantenerles callados, cómplices de la tragedia, pues ya es suficiente con los problemas del tercer mundo. Las ventas de armas, materiales sofisticados de guerra, los servicios de inteligencia que se ocupan de generar más guerras, etc, son consorcios económicos absolutamente rentables: el fin justifica los medios. Las guerras actuales de Irak, Afganistan y Siria, están reportando enormes ganancias económicas a Estados Unidos, Francia, Inglaterra y Alemania. Es decir, la crueldad del modelo raya en lo más destructivo posible como mentalidad y manera de funcionar de dichas sociedades. Las palabras y las buenas intenciones son parte del folklor internacional, cuando los hechos marcan la tragedia de lo que es en realidad, antropológicamente, la manera de ver el mundo desde ese modelo destructivo.

Ahora bien, todo modelo tiene por detrás un grupo, una cultura determinada, una manera de ver el mundo. Unas percepciones de la vida y la muerte. Y desde finales del siglo XIX se impuso expansivamente la visión euro centrista del modelo, que se radicalizó después de la segunda guerra mundial. Las iglesias, las ayudas económicas estatales y privadas, las beneficencias, las donaciones, las caridades pasan por ese modelo y esas maneras de ver el mundo. En un momento de su intervención decía Rafael Bautista: „no nos ven como a seres resultado de injusticias históricas, sino como a ausentes de desarrollo, y su objetivo es desarrollarnos a cómo de lugar“. Las buenas intenciones pueden también encubrir procesos no precisamente positivos.

De esto ya se ha escrito e investigado mucho. En el caso boliviano también. Pues existe un bloqueo mental cultural muy fuerte de mentalidades, que no hemos resuelto adecuadamente. El tipo de estado y sus instituciones, entra lo privado porque nace desde el estado en Bolivia, tienen maneras de ver más bien euro centristas, desarrollistas, progresistas y de acumulación infinita. Estas instituciones desarrollistas no han realizado investigaciones sobre nuestras realidades. Sobre los tipos de economías que tenemos, sobre costumbres económicas, sobre mentalidades y mercados.

Desde sus perspectivas euro céntricas se han dedicado a impulsar o implementar modelos clásicos de planificación, ejecución y evaluación de proyectos, sin articular realidades distintas y quizás diametralmente opuestas al desarrollo. Pero estos complejos elementos siguen siendo tópicos de investigaciones y relecturas. El libro de Bautista nos da más pistas al respecto. Sin embargo, esta crisis profunda del modelo cultural euro céntrico no quiere decir que lo que viene es mejor. De hecho no se sabe que es lo que viene. Aquí se está debatiendo por todo el mundo posibles modelos alternativos. En el norte por fin están conscientes que el crecimiento infinito no es posible. Sus científicos nos han descubierto en estos años de otra manera: que nuestros modelos prehispánicos de desarrollo sí eran sostenibles (Suma Qamaña) por miles y miles de años. No eran mercantiles, sino de reciprocidad. Y hoy estamos de moda en estos círculos gringos por esa novedad científica. Pero entre las poblaciones citadinas de nuestras ciudades, que tienen como dogma el pensamiento euro céntrico, ni siquiera se han enterado de estos acontecimientos científicos. Su seguridad dogmática y totalitaria sigue considerando a los esquemas clásicos de desarrollo como la receta más importante para “sacarnos de la pobreza”. Con esos cuentos ya vamos 50 años de fracasos y fracasos en nuestros proyectos de desarrollo, sobre todo rural.

Nuestro aporte al mundo desde el SUMA QAMAÑA: VIVIR BIEN, NO MEJOR. Puede ser el primer paso de hacernos universales. Ya no periféricos. Si de modelos de desarrollo se trata, en términos occidentales, pues podemos enseñar muchísimo al mundo desarrollado. Pero nos queda mucho por investigar y sistematizar nuestras experiencias, que en la mayoría de los casos se quedan en el anonimato y en los rincones de los recuerdos, por falta de apoyos financieros estatales. Y la poca voluntad de los donantes que prefieren las velocidades de las ejecuciones, que las pausas reflexivas e intelectuales. Por otro lado, nuestras academias y universidades tienen mucho que recorrer y cambiar de modelos y visiones de desarrollo. No se han percatado de los fracasos mundiales, ni de casa, por lo que siguen insistiendo en sus clásicas enseñanzas teleológicas y unidimensionales de lo que son los sectores rurales, con un desconocimiento monumental de las lógicas sociales, culturales, económicas e ideológicas. Asuntos que nos llevan siempre a desencuentros y fracasos en el mundo del desarrollo, lo más grave: que se juega con vidas, comunidades y regiones enteras a nombre de unos experimentos bonitos y de exportación. Como en el modelo del Suma Qamaña, lo ético también debería ser el insumo más importante en el desarrollo. Es decir lo cualitativo, no sólo lo cuantitativo. En fin.

La Paz, 12 de mayo de 2013, Tomado de // http://www.amigo-latino.de


 

Walter Trujillo Moreno en Poemas del Alma


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