VULCANUS DIGITAL

VULCANUS DIGITAL

Journalismus und Kommunikation

LAS OBJECIONES DE UN PRESUNTO DELINCUENTE A UN POSIBLE ACUERDO DE PAZ EN COLOMBIA

bandera

Arturo Prado Lima

Los puntos enumerados por el senador Uribe en contra del proceso de paz bien podría utilizarlos para evitar el juicio de la historia que, sin lugar a dudas, lo pondrá en el sitio justo que le corresponde: en el mismo lugar de un Alberto Fujimori, un Augusto Pinochet, un Pablo Escobar, un Carlos Castaño, unos hermanos Rodríguez Orejuela, incluso, un Popeye: es un presunto delincuente autor de numerosas atrocidades y aún no ha confesado ni está en la cárcel. Sus dos presidencias, la primera llevando precisamente a los electores a punta de fusil a las urnas (casi todos sus senadores, representantes, gobernadores, diputados y alcaldes están o estuvieron en la cárcel por paramilitarismo), casi 5 mil jóvenes inocentes asesinados por las fuerzas armadas en lo que se ha llamado “los falsos positivos”, la “chuzada de los teléfonos a la oposición, a los jueces, a los periodistas, y hasta las altas cortes de la institucionalidad colombiana son crímenes de lesa humanidad aún sin castigo. Y el escándalo de la Yesid-política, donde se maniobró pagando con notarías uno o dos votos para lograr la reforma constitucional y obtener un segundo mandato.

Colombia fue aplastada literalmente por la política de la “Seguridad democrática”, y hoy, sus ministros más cercanos, sus directores de esa “Seguridad democrática” están encarcelados o prófugos de la justicia. Los cabecillas de esas atrocidades no han confesado ni han pagado aún con cárcel. Con este proceder, le pregunto al señor Uribe, “¿se le ha quitado a la justicia restaurativa la compañía de la disuasión del criminal, con la cual se priva a las víctimas de la mayor reparación: el derecho a LA NO REPETICIÓN DE LA VIOLENCIA?”

Respecto a la igualdad en el juzgamiento a los actores de la guerra, guerrilleros y Fuerzas Armadas, dice el senador que estas últimas han sido respetuosas de la democracia, guardianes de la Nación y no actores de conflictos con terroristas y que merecen un tratamiento digno e independiente de los criminales. Ahí tiene razón, soldados y guerrilleros rasos deben recibir un tratamiento judicial justo distinto a las cúpulas militares de los dos bandos. Y en una de esas cúpulas militares, como comandante en jefe de las Fuerzas Armadas Colombianas está Usted, señor Uribe, que debe ser juzgado con la misma vara con que se Juzgue a Timochenko, o al comandante a la cúpula militar del ELN.
Dice el señor Uribe que “con este acuerdo todos los soldados y policías de Colombia, incluidos en la teoría del contexto, quedan con el riesgo de tener que confesar crímenes que no cometieron o de irse a la cárcel”. Es decir, ¿teme Usted que lo que confiesen los militares respecto a la cúpula militar del bando contrario a la guerrilla le afecte a Usted y por tanto debe concedérseles el beneficio automático de la inocencia y los del otro bando el calificativo de criminales?

El paramilitarismo, por otro lado, ha sido impulsado por terratenientes, industriales, instituciones armadas y que yo sepa la sociedad colombiana no es la dueña de las haciendas, de la gran industria; la sociedad colombiana no dirige la gran política, los grandes proyectos económicos ni las grandes cruzadas nacionales. Los financiadores de las grandes masacres no es la sociedad colombiana. La sociedad colombiana es la víctima, y los victimarios, un Víctor Carranza, un Carlos Castaño, un Rodríguez Orejuela, unos altos mandos militares que para quitarse el estorbo de la Constitución, recurrieron al paramilitarismo y al narco terrorismo que hasta hoy tiene en jaque a la sociedad colombiana. No, no es lo mismo sociedad civil que terrorismo. Los civiles que financiaron la guerra del terror son una mínima parte de la sociedad. La inmensa mayoría es esa masa informe que sobrevive a los dictados de las guerras que la acosan ya más de medio siglo.

“Cualquier ciudadano queda expuesto al riesgo de tener que aceptar un delito que no cometió como condición para no ser condenado a la cárcel”. Esta es una vulgar visión de lo que está sucediendo hoy en la sociedad colombiana. Se entiende que en el proceso de paz que se lleva a cabo en Cuba entre el Gobierno del señor Santos y la guerrilla de las FARC, se ha diseñado un esquema de justicia transicional, es decir, unas penas aplicables a las cúpulas militares en la que el factor clave son los sujetos acreedores a esta, y lo que es más importante, durante un tiempo determinado. La norma se aplicará a los miembros de las FARC y eventualmente a las cúpulas de los dos, o tres actores armados, no a la sociedad colombiana. No es lo mismo aplicar esta ley a los 15 o 20 mil miembros de las FARC que a 47 millones de colombianos. ¿De dónde saca, señor Uribe, que cualquier ciudadano estaría dispuesto a confesar un delito para no ir a la cárcel? ¿Cree Usted que el nuevo escenario después del acuerdo de paz será una cacería de brujas donde todos tendríamos que ir a confesar un delito para quedar libre de un posible juicio criminal?
Hasta donde tengo entendido, los paramilitares que se acogieron a Ley de Justicia y Paz que lideró el señor Uribe, tenían mucho que ver con el procesamiento y tráfico de drogas. Ellos secuestraron, descuartizaron, cometieron delitos atroces contra la humanidad. Muchas de las confesiones de estos paramilitares sindican al señor Uribe de ser un hombre astuto, cruel y rico, y por ahí circula un libro donde se le sindica como el narcotraficante número 82 en el mundo. Todos los beneficiarios de la Ley de Justicia y Paz, de una u otra manera, abierta o velada, se les ha aplicado conexibilidad del secuestro y el narcotráfico con el delito político.

La paz, según todos lo sabemos, no es la ausencia de conflictos. En la Habana no se está discutiendo sobre la ideología del señor Santos y de las FARC. No se discute si es este de derechas o de izquierdas. En la Habana no se inaugura un estado de gracia para la nación. No se sienta las bases para un edén. No. Señor Uribe, en la Habana se negocia que las ideologías, los problemas, las contradicciones que se dan al interior de Colombia no se diriman a través de las armas, sino a través de mecanismos democráticos: plebiscitos, referéndums, elecciones, en fin, todos aquellos mecanismos que signifiquen democracia. Entonces, en una negociación de este tipo, si les cerramos la puerta a los guerrilleros a dirimir sus conflictos en las urnas y no a través de los fusiles, ¿en qué quedamos?

Yo participé de esta discusión hace 25 años: entrega o dejación de armas.
El término “dejación”, significa, a mi entender, dejar las armas, no el conflicto, la ideología, los sueños de un determinado grupo o persona a realizar su utopía.
El término “entrega” es mucho más complejo puesto que, en las guerrillas colombianas el fusil es considerado una extensión del cuerpo. Entregar esa parte del cuerpo es quedar mancos. Cualquiera puede abusar de ellos una vez desarmados. Es más, el término “dejación” significa que yo he elegido dejar las armas, mediante una negociación, es cierto, pero soy yo, soy el sujeto, el que deja las armas. No entrego nada, lo que hago es dejar las armas como arma de disputa y asumo otras formas de lucha. Y con respecto a las fincas y el dinero en poder de las FARC que reclama el señor Uribe, que no será demasiado, estoy seguro que serán parte de los puntos de negociación antes de ese histórico 3 de marzo de 2016.

Gracias a “La indignante tiranía de Venezuela”, a la constante ayuda del presidente Chávez y de su sucesor, junto a Chile, cuba y otros países, las negociaciones de paz han llegado hasta el punto de no retorno. El pueblo colombiano sabrá agradecer estos gestos de amigos. El castro- chavismo ha hecho posible ese estrechar de manos entre Santos y Timochenko. Las mentalidades aldeanas y adictas a la guerra no lo pueden entender, y es aquí donde el ex presidente Uribe se vuelve peligroso para una sociedad que histórica y políticamente ha sido manipulada para mantener el privilegio de unos pocos.
Es, en cierta medida, las zancadillas que están dispuestos a poner los guerreristas, lo que obliga a optar leyes habilitantes que algunas veces, aunque lo dudo, traspasará los límites de la actual Constitución. O acaso, ¿las élites financieras y políticas, los terratenientes y los generales no crearon y financiaron a los paramilitares para saltarse los límites de la Constitución?

El Centro Democrático, fiel a su ideología guerrerista, sigue manipulando a los colombianos y colombianas para que prevalezca una guerra permanente y sostenible, llevándolos a pensar que un previsible acuerdo de paz con las FARC es un Golpe de Estado de las guerrillas contra la democracia colombiana. No es así, el acuerdo de paz significa cambiar el método de las armas para resolver los problemas nacionales por el método democrático. Eso, y nada más que eso. ¿Difícil de entender señor Uribe?

@arturopradolima


 

Walter Trujillo Moreno en Poemas del Alma


 Traduzca la página / Translate the page / Übersetzen Sie die Seite

Contacto: info[a] vulcanusweb.de